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Este es un relato de un suceso muy simpático, vivido hace ya algunos años en el aeropuerto Simón Bolívar en Maiquetía. Ese día el sol estaba radiante, con el calor típico de esa zona costera. Estábamos muy contentos pues regresábamos a Barcelona luego de estar unos días en Caracas. Muy emocionados por abordar el vuelo que nos llevaría de regreso atravesamos el corazón del Ávila, hasta la costa divisando el azul del mar Caribe. Esa mañana mi esposa, mi pequeña hija de cinco años y yo entramos al aeropuerto, chequeamos los boletos y subimos a la área de espera.

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Compramos unas meriendas para hacer la espera más cómoda y nos sentamos. Mientras mi esposa y yo conversábamos, mi pequeña hija Naomi corría de un lado al otro sin parar, mi esposa corría detrás de ella para agarrarla y devolverla a su asiento, pero esto resultaba en vano. La niña una y otra vez salía corriendo con esa energía interminable que solo un niño de su edad tiene.

— ¡Quédate quieta un momento chica por favor! —Le decía mi esposa.

Se sentaba unos minutos pero al rato estaba trepando por todos los asientos.

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A medida que pasaba el tiempo la niña fue reposando sus energías y acudía a mí sentándose en mi regazo para que la abrazara, mientras me hacia mil preguntas a la vez.

— ¿Cuándo sale el avión papi?, — dentro de media hora le decía yo. — ¿Me dejan ver por la venta del avión? — ¡Si¡, le respondí. — ¿El Sr de la gorra maneja el avión? — ¡Si hija!. — ¡Y si no nos dejas asientos para nosotros!, — ¡Si nos van a dejar asientos hija!. — ¿Me puedo sentar contigo en el avión?. — ¡si!. ---

Al rato el avión se acera a su andén de carga, se estaciona y comienza a recibir los equipajes en su interior.

Mi hija al verlo grito, — papi, papi ahí está el avión.

— Papi pero ese avión le están metiendo mucho peso y el avión no va a poder volar. — No te preocupes hija ese avión es grande y puede con ese equipaje.

— Papi pero esas maletas son pesadas. Me volvía a decir, — si hija pero el avión tiene mucha fuerza.

— Papi pero como va a poder volar el avión así. — Ves esas cosas que tiene el avión en sus alas son los motores, con esos motores el avión podrá volar .

— Pero papi tu no me entiendes el avión esta pesado, insistía ella. — Hija el avión con sus motores se mueve hacia delante y con sus alas sube hacia el cielo eso se llama fuerza de sustentación. Trate de explicarle mientras ella me veía con una carita de quien no comprende nada.

— Papi tu no entiendes, yo no me voy a montar en ese avión, me dijo muy seria.

— Busca otro que no esté pesado. —¡Ahí dios mío!, me dije yo.

Luego su madre trato de consolarla y solo logro desacerbar su llanto.

Repetía un y otra vez —el avión esta pesado no va a poder volar. —Cálmate le día su madre todo va a Salir bien, no te preocupes.

Pero nada calmaba el llanto de mi hija. Cuando anunciaron le momento de embarcar, se puso peor. Lloraba y lloraba sin cesar. Y se me ocurrió una idea, llame al capitán del avión y este muy amable se acerco a mostros.

— Porque llora la niña pregunto el capitán.

— Llora porque cree que el avión está muy pesado y no va a poder volar, respondí yo.

— ¿Verdad capitán que esas alas que usted tiene en la gorra le dan fuerzas al avión para volar?.

El capitán respondió. — ¡Si niña!, ves las alitas que tengo en la gorra pues esas alitas tienen mucha energía y son mágicas, con ellas puedo volar el avión sin preocuparme porque esta pesado.

— Estas alitas me las dio un hada mágica.

La niña al ver las alitas se quedo tranquila y el capitán muy amablemente le puso la gorra en su cabecita.

— ¿Te gusta? — pregunto el capitán

— ¡Si! respondió ella

— Bueno me llevo mi gorra para poder volar el avión.

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Toda esta historia tranquilizo a la niña que durmió plácidamente durante todo el vuelo a Barcelona. No se si esta historia tenga alguna moraleja o no, pero sí que nos dio un vuelo feliz y tranquilo.