Anteriormente en El mercurio y el Autismo (Parte I) y El mercurio y el Autismo (Parte II) hablamos brevemente sobre las principales características de este metal y el polémico tema de su relación con el crecimiento de la población de niños con desordenes de neurodesarrollo.

Como madre de un adolescente con Autismo No verbal, la búsqueda de respuestas para conocer el origen y solución a tal enigma, se ha convertido en un rompecabezas. Cada etapa de su desarrollo es un reto diferente. Una montaña rusa de ascensos y descensos constantes, con un trayecto impredecible y un destino incierto, que depende en gran medida de la fortaleza emocional y espiritual de aquellos a los que se nos ha encomendado tal experiencia.

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Es inevitable no alarmarse al recibir un diagnóstico como el de Autismo. De inmediato surgen tantas preguntas como: ¿Qué hice diferente para que mi hijo naciera con esa condición? o ¿Cómo puedo ayudarlo para adaptarse en la sociedad? Preguntas que nos llenan de ansiedad, de culpa y de angustia, envolviéndonos en una burbuja de inminente duelo. Ya que como todo padre, siempre se desea que su hijo sea feliz y aceptado como igual.

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Aunque el autismo presenta ciertos patrones característicos que se manifiestan principalmente por la dificultad para comunicarse, relacionarse socialmente y una aguda sensibilidad a ciertos estímulos del entorno, que en ocasiones pueden generar episodios de lejanía, ansiedad, hiperactividad o agresión, su evolución y recuperación es diferente en cada niño, incluso aplicando los mismos tratamientos.

Esta situación y la incertidumbre de no saber cual es la mejor opción o tratamiento, genera frustración en muchos padres, ya que piensan que no lo están haciendo bien. Sin embargo, es algo que aún hoy en día no se puede estandarizar. Hay muchas teorías sobre los tratamientos para la recuperación o control de esta condición y muchas están asociadas a la dieta y desintoxicación de metales pesados.

Recientes estudios de investigación manejan la teoría de que el autismo y otros desórdenes de neurodesarrollo, tienen su origen en una predisposición genética que afecta los sistemas defensivos a nivel hepático, digestivo y nervioso central, incapacitándolos para producir las sustancias necesarias, que permiten al metabolismo capturar y excretar las toxinas generadas por contaminantes externos como los metales pesados, permitiendo la acumulación de estas en el cerebro y por consiguiente afectando negativamente las conexiones neuronales para su normal desarrollo, sobre todo en los primeros meses de vida.

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El Timerosal o etilmercurio utilizado como conservante en algunas vacunas aplicadas con viales multidosis o multivalentes y el aumento en número y frecuencia de las mismas en los esquemas de inmunización aprobados en las últimas decádas, ha sido vinculado en algunas investigaciones científicas como el agente causal, detonante o agravante de los desordenes de neurodesarrollo en la población infantil a nivel mundial, entre ellos el autismo. En contraposición, otros estudios indican que las dosis de este compuesto, considerado no tóxico respecto al Metilmercurio, no pueden generar efectos nocivos en los niños. Sin embargo, considerando mi propia experiencia como madre y las evidencias registradas por expertos en el material bibliográfico en referencia, mi humilde conclusión es que sí es un agente causal o en el mejor de los casos agravante. Por supuesto que los estudios que desvinculan al timerosal como causante del autismo, no consideran el efecto acumulativo de otras fuentes de ingreso del mercurio, que incluyen el entorno, la exposición conjunta a otros metales pesados y la predisposición genética del afectado.

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Mi hijo nació como todo padre lo ansía. Como un niño normal, aparentemente sano en todas sus funciones. A los 18 meses justo luego de colocarle una vacuna antigripal reaccionó de una manera desfavorable y casi inmediatamente, aquellas capacidades que ya había logrado comenzaron a deteriorarse progresivamente al punto de llegar a pensar que tenía sordera.

Este tipo de autismo denominado Adquirido o de Regresión, inició su aparición a mediados de la década de los 80 en coincidencia con el aumento en número y frecuencia de aplicación de vacunas con Timerosal implementado en los nuevos esquemas de inmunización para ese periodo. Muchos atribuían esta tendencia a la estandarización global de los criterios para el diagnóstico de enfermedades mentales implementado a partir de 1994 con la aplicación del DSM IV (Diagnostic and Statistical Manual 4ed). Sin embargo, luego de ello el crecimiento de casos nuevos siguió en aumento. Países como China cuyos casos de autismo eran casi nulos en los años 90 empezaron a presentar crecimientos en la población de niños con autismo, coincidiendo con la introducción de las compañías de norteamericanas productoras de vacunas.

Generalmente las vacunas que usan timerosal como preservante contienen entre 0,001% y 0,01% de este compuesto constituido aproximadamente por 50% de etilmercurio. La concentración más alta permitida por dosis se ubica en 0,01% de timerosal que contiene 50 microgramos de timerosal por dosis de 0,5 mililitros (ml) o lo que es igual 25 microgramos de etilmercurio por dosis de 0,5ml. Vacunas como la de la Difteria-Pertusis-Tetános (DPT), Hemophilus influenzae tipo B (Hib), la de la hepatitis viral B (HvB), la de la influenza y la vacuna contra el meningococo contienen la dosis má alta permitida de etilmercurio (25 microgramos en cada una de ellas). Si se colocan más de tres vacunas de este tipo simultaneamente considerando que sean aplicadas en una etapa tan vulnerable como es la del desarrollo del niño, antes de los 6 meses se estaría aplicando una sobreexposición a este compuesto que por su corto tiempo de vida en la sangre y su alta liposolubilidad atraviesa fácilmente la barrera hemato-encefálica depositándose como mercurio inorgánico (una de las formas mercuriales más tóxicas de todas) en el sistema nervioso central.

En inconcebible pensar que la aplicación de dosis consecutivas de este tipo de compuestos en una etapa tan vulnerable sea inofensiva y no afecte el sistema inmune de un ser que apenas se está desarrollando. Considerando que no se trata solamente de la cantidad aplicada en el sistema, sino de la ampliación o detonación de su toxicidad por otros factores como enfermedades concominantes, exposición conjunta con otros metales pesados como el Zn ionico, cadmio, plomo o aluminio, el uso de antibióticos como las tetraciclinas, ampicilinas y niomicinas, suceptibilidad genética, niveles de testosterona, los extremos de la vida y hasta el estres oxidativo, entre otros. Espero les haya sido de provecho este artículo y nos vemos en otras ediciones.

Referencia Bibliográfica

El timerosal y las enfermedades del neurodesarrollo infantil. (Temas de debate). Luis Maya, Flora Luna. Departamento de Medicina Interna, Hospital Nacional Arzobispo Loayza y Facultad de Medicina, Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Lima, Perú. 2006

Metales pesados, especialmente mercurio, implicados en el autismo y los trastornos del aprendizaje. Maria Ruso de Lahoud, Sociedad Venezolana para niños y adultos autistas (SOVENIA), Octubre 2000

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