Una taza de café... Mil pensamientos. No. 3

La tarde estaba cargada de nostalgia.
Era de esas con sol tibio y viento que huele a memoria... a recuerdos que son imposibles de olvidar.

Andrés llegó primero al café. Siempre fue puntual.
Miraba el reloj, no por impaciencia, sino por costumbre. No veía a Carolina desde hacía… ¿diez años?, ¿doce? La había buscado por redes. No tenía suerte.

Pero un día cualquiera, como quien encuentra un viejo libro en una caja olvidada, la encontró. Le escribió sin pensarlo dos veces. Ella respondió en minutos.

— ¡Andrés!, dijo una voz que todavía sonaba igual.

Se abrazaron como si no se hubieran soltado nunca. Son de esos abrazos que la distancia ni el tiempo pudieron deteriorar. Luego, sus ojos inundados por la emoción, brillaron como la primera vez que se conocieron.

Se sentaron en una mesa y pidieron 2 capuchinos. Rieron. Hablaron de todo y a la vez de nada. Fue una conversación fortuita, donde el tema lo decidía la última palabra hablada; nada en específico, pero sí importante.

Hasta que ella le preguntó:

— ¿Y entonces? ¿Te casaste?

Andrés bajó la mirada y sonrió con melancolía.

— Sí… me casé.

— ¿Y...?

— Y ya no lo estoy.

Carolina no dijo nada. Solo lo miró, como sabiendo que él tenía más que decir.

— Fue rápido, dijo él. Demasiado rápido. Nos conocimos durante un mes, nos mudamos juntos en tres, y nos casamos al año. Todo era pasión, promesas, planes… En ese momento, hizo una pausa... Pero no nos conocíamos de verdad.

— ¿Qué fue lo que falló?

— Todo... y nada. Éramos distintos. Yo pensaba que el amor era suficiente. Ella también. Pero no basta con querer, ¿sabes? Hay que entender, acompañar, ganar y ceder. Y sobre todo… esperar el momento correcto.

Carolina suspiró.

— ¿Y tú?, preguntó él.

— Yo... esperé. Y esperé tanto que ya no supe si alguien vendría. Tuve historias, claro. Pero ninguna duró lo suficiente para llamarla “hogar”.

Andrés la miró a los ojos mientras que sentía que su corazón iba a estallar, y fue entonces que se dijeron la verdad sin palabras: Quizás ellos dos fueron la historia que no se atrevieron a escribir.

La vida los había vuelto a cruzar tarde... Como en la canción.

Hay encuentros que no están hechos para cambiar el rumbo de la vida, sino para reconciliarnos con el pasado. Andrés y Carolina no volvieron para escribir una nueva historia, sino para cerrar con ternura la que nunca se atrevieron a empezar.

A veces no se trata de un “felices para siempre”, sino de un “te quise en silencio, y todavía me importa”. Porque hay amores que no necesitan vivir en la rutina diaria para ser reales; bastan unos ojos que brillan como antes, un abrazo que aún guarda calor, y una conversación que aunque hable de todo, en el fondo, solo dice: “me hiciste falta”.

No llegaron tarde… llegaron cuando por fin entendieron lo que valía esa conexión. Tal vez la vida no se trata de recuperar el tiempo perdido, sino de agradecer que, incluso en caminos separados, el alma sigue reconociendo al otro.

Estas fueron las palabras que le dije a un amigo que llegó con la mirada baja y la voz temblando, como quien carga una verdad que duele más por dentro que por fuera.

Se sentó frente a mí, respiró hondo, y me confesó que, después de construir una relación que parecía estable, casi perfecta por fuera, se dio cuenta de algo difícil de aceptar: no estaban hechos el uno para el otro.

No hubo gritos, ni traiciones, ni dramas. Solo una ausencia silenciosa que fue creciendo… la del amor. Habían edificado una vida juntos, pero no un sentimiento que los sostuviera. Lo descubrieron tarde, cuando ya había muebles compartidos, rutinas establecidas, promesas dichas y planes hechos.

“Tarde”, me dijo, como quien quisiera devolver el reloj unos cuantos años.

Y yo solo atiné a decirle algo que me brotó del alma:

A veces lo más valiente no es quedarse, sino aceptar que aunque hay cariño, no hay hogar. Y que merecemos una vida donde el corazón no tenga que hacer silencio todos los días.

Y quizás, solo quizás, eso también sea suficiente.

Mientras me contaba su historia, vino a mi mente una canción del cantautor guatemalteco Ricardo Arjona, y que les comparto para que analicen su letra: